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Blog de información sobre el mítico bar de Zaragoza, fundado por Valtueña, que tuvo su apogeo entre 1981 y 1983.

EL CULPABLE DE LA MOVIDA

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Josemari (Valtueña), 1981

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jueves, 28 de julio de 2011

"Noches de BV80" en LA VANGUARDIA


Hoy, día de mi cumpleaños, tengo el placer de presentar mi primer regalo recibido.
Ayer apareció publicada una crítica sobre mi libro "Noches de BV80" en el suplemento CULTURAS de LA VANGUARDIA.

Reproduzco el texto íntegro del artículo:

La transición nocturna - El bar zaragozano BV80, escenario único que reunía lo granado y lo transgresor, lo alternativo e iniciático, revisitado ahora en un libro.

El vórtice subterráneo

Raúl Minchinela

En el nuevo mito de la metrópolis, la cultura sucede en los bares. El espacio público tiene un aspecto diáfano, pero en las calles y plazas no se permiten las sorpresas. La vida urbana no normalizada se desarrolla a media luz y en recinto cerrado; allí toman cuerpo los pequeños avances, despunta el devenir de cada nueva generación. La historia de una ciudad debería incluir la historia de sus bares, pero es un registro disgregado, atomizado. Cada propuesta, cada tribu, cada troupe se desarrolla por separado. Es difícil encontrar un centro neurálgico que relacione y explique, un núcleo donde las cosas nazcan, se muestren y se extiendan. Que permita construir una crónica coherente.

Zaragoza ha resultado tener una de esas piezas reveladoras. Así lo cuenta Noches de BV80, la historia del único bar alternativo en una época de cavas de jazz y discotecas de directo ocasional. El BV80, que estuvo abierto desde 1981 a 1983, presentaba un programa que incluía a diario un concierto por la tarde, una representación de teatro por la noche y una presentación, literaria o pictórica, en el intermedio. Allí confluían el punk incipiente y los grupos de teatro contestatario que demandaban libertades tiznándose la cara con polvo de arroz. Se cruzaban la pintura y la poesía, el rock garajero y el cante jondo. Cada uno con sus tipologías, en una época en la que las diferencias de tribu se solventaban a puño y acero. La transición y la movida condensadas ante la misma barra, con una clientela donde que circulaban “artistas, políticos, intelectuales trasnochados, macarras en tiempo de relax, atracadores, quinquis, putas, teatreros y músicos”; estudiantes de medicina que salían de copas armados con navajas y delincuentes de recorrido que asaltaban empuñando escopetas recortadas. El bar como convergencia pero también como punto de origen: prestaba sus sótanos como local de ensayos, a riesgo -mejor, a condena- de que tumbaran la caja a base de combinados gratis. Allí los grupos nacían, ensayaban, se fogueaban, se mezclaban y se rebautizaban “para que olvidáramos lo malos que eran hace medio año”.

Las mil páginas del volumen reconstruyen, literalmente día a día, lo acontecido y los alrededores. Allí retrata a Los Grifos entrando a tiro limpio la misma noche del golpe de Tejero, vestidos de guardiaciviles, congelando a la concurrencia. Allí anuncia Dionisio Sánchez que tenía a Quini secuestrado “aquí al lado”, para sorpresa de sus verdaderos secuestradores, que estaban en la sala y sabían que, efectivamente, se encontraba a dos calles. Allí tiene sentido la historia del hombre que se empotró contra una comisaría a fin de salvar la vida, para descubrir que no había nadie de guardia; y la del mimo que devuelve el cuchillo a su agresor, un asistente que no soporta bromas y se desquita en caliente. Allí recibieron Sabina y Krahe, en su primera actuación fuera de su feudo en La Mandrágora, una lluvia de calderilla lanzada por jerifaltes. Por allí atraviesan Miguel Ríos, Manolo García, Pepe Carroll, Loquillo o La Polla Records en intervenciones nimias, porque invitados y protagonistas son todos secundarios, sometidos a una historia mayor: la de las inquietudes polarizadas en el único espacio posible, en un vórtice subterráneo. Una encarnación de El espíritu de La Colmena reformulado sobre sexo, drogas y rockanrol.

Abundando en la suma de vida e historia, bastantes personajes del BV80 han terminado con calle o plaza en Zaragoza: el diputado José Antonio Labordeta, el poeta Antonio Fernández Molina, el cantante Mauricio Aznar... Y también Héroes del Silencio: en el BV80 se inició la carrera de Enrique Bunbury, el único español que ha conseguido ser una megaestrella del rock y, en consecuencia, al que menos se le perdona. Precisamente son los Héroes los que dan dimensión a las consecuencias del BV80, porque el público de rock se curtió allí, y luego pudo inundar una ciudad entera. El libro esconde las claves para iniciar una dinámica histórica, a sabiendas de que incluye la ruina económica. La historia de una ciudad es la historia de sus bares, pero ser un bar nuclear no garantiza el legado: el BV80 había sido borrado. Los cronistas reubicaban sus conciertos y sus sucesos en otros rincones. Había terminado olvidado, como las decenas de bandas que acogió, desde Aborígenes del Cemento -centrales en la historia del bar- hasta 319008, el grupo que tomaba el nombre del número de teléfono de la madre del cantante. Los bares son historia, pero una que no deja ruinas. La cultura urbana termina siendo sólo historias. Que cuando hay suerte, confluyen en una sola.

más info:
http://minchinela.com/blog/2011/07/27/vortices-urbanos-en-el-culturas/
http://minchinela.com/blog/2010/09/07/noches-de-bv-80/

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