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Blog de información sobre el mítico bar de Zaragoza, fundado por Valtueña, que tuvo su apogeo entre 1981 y 1983.

EL CULPABLE DE LA MOVIDA

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Josemari (Valtueña), 1981

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lunes, 27 de abril de 2009

Zaragoza Rebelde 1

Artículo extraído del libro "Zaragoza Rebelde. Movimientos sociales y antagonismos. 1975-2000"

LA REBELDÍA VIVIDA (1)
por Valtueña

Yo no fui rebelde por el hecho de montar el BV-80 (abrir un garito de semilujo en 1981 en la calle Doctor Palomar no se puede declarar precisamente como un acto de rebeldía). Lo era ya de antes y lo retomé al darme cuenta de que mi conveniencia andaba reñida con lo que estaba por llegar: la imprescindible ruptura con el sometimiento a la dictadura del progre, de los que habían luchado contra el franquismo, que parecíamos ser todos y en escasos años ya desprendía un espeso hedor a rancio. Sublevación a la cual me apunté y promoví desde un BV-80 en el que a principios del 81 se escuchó la primera explosión punk de la ciudad en una fiesta de cuatro días con diferentes alienígenas y algunos de aquí, recitaron poetas locos, comenzaron a formarse, a ensayar y a tocar los primeros grupos de pop-rock de los 80 y a desarrollarse las compañías de teatro que después han sido y son la vanguardia de esta ciudad.
Y es que todavía soy un rebelde, aunque quizá debiera ya dejarme dirigir por el bolsillo.

La rebeldía multiplicada anidó en el BV-80. Pajita a pajita la construyeron los picos de “La Rocky”: primer ser con espíritu y ánimos punkarras de Zaragoza. Llegó de Madrid a finales de 1980, donde se relacionaba con Alaska, Ramoncín y compañía, y al poco de comenzar el 81 formó el segundo grupo con pretensiones punkies de estos lares (el primero lo hizo varios años antes su cuñado Dionisio Sánchez): “Ratas de Cloaca”, que enseguida lo serían “del Huerva”, aunque de punk sólo tuvieran las ganas y la imagen de ella.
Jamás la escuché querer grabar un disco, pero sí llamar a Ramoncín “tarta de mantequilla” por prostituirse con las discográficas, o despotricar contra Alaska porque, aún siendo amigas, con tierna edad necesitaba ir todos los días a las mejores peluquerías para que la atusaran e hicieran la manicura.
Zaragoza comenzaba a ser una ciudad imberbe (nunca mejor dicho), mucho niño moderno de los que después llamarían posmodernos, pero ninguno tenía el desprendimiento social necesario para pertenecer a la movida que La Rocky soñaba (si Alma hubiese cumplido dos o tres años más…) y se nos fugó a Barcelona antes del Primer Concurso de Rock en el 82, quizá siguiendo a la cantante de mismo espíritu de uno de los grupos que nos visitó. Allí consiguió formar los que deseaba (entre ellos, Las Gambas) y alrededor de los treinta murió, seguro que con pena de no poder ir más allá sin necesidad de alcanzar la gloria.

Alma, más tarde “La Coca”, portaba alma rebelde antes de descubrir el punk. Eso fue en el BV-80 con trece o catorce años, de la mano de La Rocky y esa primera concentración punk ya mentada. Con Alma hablé a menudo en mi bar y en la casa donde vivíamos (fuimos vecinos). Se reía de los que hacían música por triunfar o ser famosos, sólo pretendía protestar por todo y ¿por qué no cantando?
Persiguió a los primeros “durillos” de la ciudad que se decían punkarras (aunque en la época los tachaban de heavies) a raíz de escuchar sus primeros conciertos en el BV: “Cadáveres Aterciopelados”, hasta conseguir “encontrarse”. Se apuntó a ellos, llamándose durante días “Alma y los Cadáveres”. Ya autoapodándose “La Coca”, su rasmia los desenarboló de tal manera que pasaron a ser “Cocadictos” (adictos a Alma), pues lo que es la farlopa, en aquellos inicios la cataban sólo los ricos, las putas caras desquiciadas de lujo o los caprichitos de los grandes camellos de giba y media.
Su descarado desprecio de lo establecido no quitaba para que fuese un primor, un dechado de amor. Su candor, su limpieza de espíritu, dejó que la sobrepasara ese otro ánimo falso de los que se aprovechaban de tal inercia para sobresalir, aunque sólo fuera de debajo de las alcantarillas, y murió por las mismas fechas y de igual manera que su maestra “La Rocky”.

Mauricio Aznar. No comenzó en la calle como muchos cantantes de metro, a ver si pegan el pelotazo y alguien los ficha; así le ocurrió a Pulgarcito o Mercedes Ferrer. Empezó de gallito, peleándose, queriendo destacar por esos “clubes” (como dice el Bunbury, como él), en el BV-80, en Santa Isabel y el Rincón de Goya durante el Primer Concurso de Rock. Se convirtió en rebelde después, tras conseguir el sueño (grabar) y percatarse de en qué mierda se había sumergido (las discográficas). ¿Para qué intentarlo de nuevo? Coreando el personal sus canciones e incluso interpretándolas los dioses “Héroes del Silencio”, se tiró a la calle a pasar la gorra después de cantar acompañado de su guitarra.
Cierto día, en pleno paseo Independencia, un amigo de mi amigo, tras escucharlo, le dijo: “Con lo conocido que eres ¿por qué no te buscas un trabajo decente en vez de pedir limosna? Cualquiera te lo dará”. A lo que contestó: “Yo ya tengo un trabajo, soy músico”.

[La fama emborracha]. Paco Cester, el cantante que hipnotizó a Bunbury y a los Valdivia en el BV-80 por medio de los “Aborígenes del Cemento” (gracias a lo cual existen hoy “Héroes del Silencio”), comenzó cantando canción protesta. No sé si por estar demodé y venirnos rebelde o por ganarse unos duros (¿por qué no las dos cosas?). Y continuó siendo rebelde al incluirse en el grupo cosobajero que yo había creado. Sólo pretendían hacer lo que les gustaba: alborotar a la peña con su música de llanos chicos de barrio, y lo consiguieron, viéndose rodeados de un sinfín de adoradores de su rienda suelta. Por aquel entonces sólo uno de ellos aspiraba a ganar dinero con tal cosa y los dejó, eso resultaba imposible. Lo sustituyeron por otro que no era de su cuerda (les advertí), venía del Aula de Barcelona con ganas de medrar y les vio posibles si daba calidad a su rebeldía (¿se puede dar calidad a la rebeldía? ¿eso no sale de las entrañas?) y se desmandó a libre albedrío.
En cuanto comenzaron a llamarlos a sus casas para entrevistarlos con diecisiete años y, tras llenar el Rincón de Goya con dos mil seguidores de su primigenio “rock cosobajero”, se les fue la pelota al tejado del nuevo. Fue el primer grupo de rock al que quiso grabar la EMI y la rechazaron. Ya no por rebeldía, sino porque intelectualizados (más su música y pretensiones que ellos) por el nuevo componente en jefe, perdida la inocencia y ya en una nube enturbiada de éxito, se presupusieron quizá dispuestos a más altas cotas celestiales (¿por qué no al olimpo?) como para morir en una casa de folclóricas. Habían perdido el norte.
Mirándolo bien, el no querer vivir junto a Lola Flores o Sabina igual fue el último coletazo de esa rebeldía ya soterrada. Como les vaticiné, Aborígenes y su furia desaparecieron en seis meses.

Paco Cester. Aborígenes del Cemento.

[Continúa en siguiente entrada]
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