El otro día, en el pase en privado de la película "Tierra de Cierzo" del director Jorge Nebra, que trata sobre lo que trata de la música aragonesa, el gran compositor Gabriel Sopeña, todavía, después de 27 años, se quejaba en ella de haber sido su grupo Ferrobós los perdedores del "I Concurso de Rock Ciudad de Zaragoza". Concurso importantísimo por ser el primero [del que bastante culpa tuvo el BV-80] y porque provocó toda la posterior movida musical zaragozana hasta hoy.
Y, claro, los perdedores exactamente no fueron. Inesperadamente ganaron el concurso junto a Doctor Simon. Según se dijo en la época, porque todos los críticos de la ciudad que formaron parte del jurado se plegaron ante la opinión de un famoso plumilla traído de Madrid para tal circunstancia.
Y no me extraña que el bueno de Sopeña, entonces conocido por ciertas hordas y simpatizantes como "el Sopeñazo", tenga todo aquello todavía guardado en las tripas.
Sus comienzos musicales fueron un tanto accidentados. Por unas declaraciones hechas a la revista "El Pollo Urbano", envalentonado, en el juicio correspondiente estuvo a punto de ser empapelado. Esto antes del concurso, 18 añitos.
En el concurso, que todo el mundo creyó que debía haber ganado Aborígenes del Cemento, incluidos los organizadores (es histórico que el día en que tocaron en el Rincón de Goya, de 2.000 espectadores que asistieron, 1.500 pagando entrada, el 99% eran seguidores de Aborígenes), el premio consistía en la actuación como teloneros durante el concierto estrella de las fiestas del Pilar, en la plaza de toros.
La estrella fue un americano. El ayuntamiento alquiló un gran equipo y un técnico de sonido en Barcelona, como siempre, como ahora, como si aquí no los hubiese. Cuando le tocó actuar a Ferrobós, aquello no sonó ni hostias, con el consiguiente cabreo de Gabriel, ya bastante quemado por la lluvia de tomates disparados a una desde toda la circunferencia de aquella plaza abarrotada. Se dijo que por las hordas descontroladas del gran evangelizador Paco Cester, osea, de Aborígenes. Se dijo también que fueron los pseudopunkarras enrabietados del Matanegros y el Pajares. Se dijo incluso que para la ocasión, dejando a un lado sus sanas rencillas, se unieron ambas.
Para más inri, el gran equipo alquilado petó, y la estrella tuvo que sonar con el llevado por Ferrobós, en las dos ocasiones manejado por el gran técnico que con la estrella sí que sonó.
Además, la segunda parte del premio, consistente en una interesante cantidad de dinero, tardaron en cobrarla más de un año. También se corrió que el dinero empleado posteriormente en varios conciertos de Aborígenes, había salido de la partida destinada a dicho premio.
Pero todo esto es mucho más divertido y preocupante cuando se lee en mi libro "Las noches del BV-80". Y de gentes que han guardado en sus tripas sus tribulaciones durante 23, 24 ó más años hasta ser entrevistados por nosotros, hay mucho interesante que se podría contar, aunque algunas cosas no se debería, ni se hará.
Y, claro, los perdedores exactamente no fueron. Inesperadamente ganaron el concurso junto a Doctor Simon. Según se dijo en la época, porque todos los críticos de la ciudad que formaron parte del jurado se plegaron ante la opinión de un famoso plumilla traído de Madrid para tal circunstancia.
Y no me extraña que el bueno de Sopeña, entonces conocido por ciertas hordas y simpatizantes como "el Sopeñazo", tenga todo aquello todavía guardado en las tripas.
Sus comienzos musicales fueron un tanto accidentados. Por unas declaraciones hechas a la revista "El Pollo Urbano", envalentonado, en el juicio correspondiente estuvo a punto de ser empapelado. Esto antes del concurso, 18 añitos.
En el concurso, que todo el mundo creyó que debía haber ganado Aborígenes del Cemento, incluidos los organizadores (es histórico que el día en que tocaron en el Rincón de Goya, de 2.000 espectadores que asistieron, 1.500 pagando entrada, el 99% eran seguidores de Aborígenes), el premio consistía en la actuación como teloneros durante el concierto estrella de las fiestas del Pilar, en la plaza de toros.
La estrella fue un americano. El ayuntamiento alquiló un gran equipo y un técnico de sonido en Barcelona, como siempre, como ahora, como si aquí no los hubiese. Cuando le tocó actuar a Ferrobós, aquello no sonó ni hostias, con el consiguiente cabreo de Gabriel, ya bastante quemado por la lluvia de tomates disparados a una desde toda la circunferencia de aquella plaza abarrotada. Se dijo que por las hordas descontroladas del gran evangelizador Paco Cester, osea, de Aborígenes. Se dijo también que fueron los pseudopunkarras enrabietados del Matanegros y el Pajares. Se dijo incluso que para la ocasión, dejando a un lado sus sanas rencillas, se unieron ambas.
Para más inri, el gran equipo alquilado petó, y la estrella tuvo que sonar con el llevado por Ferrobós, en las dos ocasiones manejado por el gran técnico que con la estrella sí que sonó.
Además, la segunda parte del premio, consistente en una interesante cantidad de dinero, tardaron en cobrarla más de un año. También se corrió que el dinero empleado posteriormente en varios conciertos de Aborígenes, había salido de la partida destinada a dicho premio.
Pero todo esto es mucho más divertido y preocupante cuando se lee en mi libro "Las noches del BV-80". Y de gentes que han guardado en sus tripas sus tribulaciones durante 23, 24 ó más años hasta ser entrevistados por nosotros, hay mucho interesante que se podría contar, aunque algunas cosas no se debería, ni se hará.
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